I: "El Dominante vale tanto como su ser sumiso".
- 21kpoplicious
- Sep 4, 2016
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"El Dominante vale tanto como su ser sumiso".
Entre las burbujeantes copas de Champagne, adherida a la pared de cristal con aquel vestido de telas traslucidas en tonalidad turquesa estaba Roxanne. Toda su vida había sido así, entre frivolidades y belleza; los invitados presumiéndose sus logros, hipócritamente elogiándose entre ellos, todos resplandeciendo más que la luna sobre Manhattan pero están tan podridos como las alcantarillas de Brooklyn. Dejó su copa de Champagne y salió a caminar por el exterior del Yate, quería despejar sus ideas oxidadas y al llegar al barandal, su mirada quedó clavada entre las ondas del agua salina. Odiaba a su esposo, extrañaba a quien había sido el hombre que le hizo descubrir el mundo ¿Dónde estaba ahora? No lo sabía perdió rastro de él mucho antes de lo debido. Alguien llegó a su lado murmurando, no le tomó importancia hasta que la nombro “Señora Rockefeller” su nombre sonaba diferente en aquellos labios, él era extranjero, volteó a verle con curiosidad y sin poder detener el reloj quedo atrapada en sus palabras.
Días, semanas, meses, Roxanne jugaba con fuego entre las sabanas de uno de los empleados de su esposo o como él mismo se hacía llamar “Independiente”. La manera en que la acariciaba, le hablaba, le miraba era tan distinto de su esposo, le agradaba, cada instante se sentía más cerca de tocar las nubes pero, había algo que faltaba en su vida. Pensando en eso, una tarde después de haber tenido un maratón sexual, decidió decírselo.
—Hace tiempo… fue una sumisa ¿Sabes qué es eso? —cuestionó mientras acariciaba su mejilla mirándose en el reflejo de sus ojos hazel. —Antes de eso, tenía una idea de quien era yo pero… al conocer ese mundo, descubrí que soy alguien más… quiero que tú descubras quien eres dentro de mi mundo ¿Te atreves a mirarte al espejo? —cuestionó al empujarlo lentamente a la cama, colocándose por encima de sus muslos, tomando sus manos, colocándolas por encima de su cabeza en la cómoda de la cama, apretando estas como si fueran un nudo mientras que su aliento delineaba sus labios—Quiero hacer de ti mi obra maestra…

Hiroyuki An Su vida daba vueltas como un peonza, la velocidad que la peonza alcanzaría o el lugar donde pararía nunca era predecible. Se había acostumbrado a aquella vida de vueltas y más vueltas. Cuando se acomodaba en un lugar por un tiempo se sorprendía a si mismo echando de menos la excitante vida de la venga de drogas o la prostitución. Era un adicto, adicto a que los demás le deseasen, por eso siempre que quería, gracias a su apariencia atractiva no le costaba encontrar compañaeros de juegos. Algunas veces, mientras penetraba con fuerza en un callejón a alguna muchacha medio borracha o recibía alguna mamada de algún viejo en una discoteca, pensaba: podría estar ganando dinero por eso. La peonza había girado una vez más. Desde hacía unos meses un exitoso empresarío se había fijado en él y le había convertido en algo así como su mano derecha para los negocios más turbios. Había alcanzado tal grado de confianza con él que le invitaba a asistir a la fiestas más glamurosas. Podría haber aprovechado aquello, codearse con las gentes más influyentes, hacer negocios disfrutar de aquella vida de lujos. Pero como siempre Hiroyuki se ponía piedras en el camino a si mismo. Echaba de menos la excitación de lo prohibido y durante semanas se sintió inquieto en aquella vida tan establecida, pero lo prohibido no tardo en aparecer frente a sus ojos. Roxanne, incluso su nombre le sonaba exótico y diferente. La esposa de su ahora jefe, posiblemente una de las mujeres más poderosas del mundo. Tan bella como misteriosa. Antes ni siquiera de pensarlo se acercó cuando la vió a solas. —Señora Rockefeller... Aquello solo fue el inicio de semanas de encuentros furtivos y cada vez más extensos en el tiempo. Algunas veces se veían incluso por segundos si se cruzaban en algún ascensor de aquel rascacielos, segundos que llenaban de besos y caricias llenas de excitación. Otras veces, pasaban horas juntos en el apartamento de él. Hablaban lo justo y necesario, ambos preferían comunicarse con sus cuerpos. Aún respiraba agitado después de otra larga sesión de sexo. Los cuerpos de ambos estaban empapados en sudor sobre las sábanas de aquella gran cama. Cuando ella comenzó a hablar y explicarle sobre su pasado se sorprendió, no solo porque estaba hablando más de lo que solían hablar sino porque le estaba explicando algo íntimo, algo que él mismo imaginaba ni su marido podría saber. —¿Cree que podría dominarme de ese modo? —Sonreía observando sus grandes ojos gracias a la cercanía de sus cuerpos. No le temía al dolor pero sí a su caracter explosivo.— Si usted se atreve... yo me atrevo Sra. Rockefeller...
Roxanne Chavanel Al cuestionarla sobre su facultad de dominación, una pequeña sonrisa apareció, sabía que su imagen no parecía ser la de una mujer extremadamente fuerte o de carácter hostil, sin embargo, esa era una faceta parcialmente dormida que ahora quería despertar con él, quizás era el hecho de que eran cómplices en esa aventura clandestina y al mismo tiempo, era la necesidad de sentirse viva de nuevo, estaba muerta en vida desde que su Dominante desapareció de la tierra sin una nota de despedida al menos. Roxanne sintió su cálido aliento afirmando sus deseos. Sus labios comenzaron una lenta danza de arriba hacia abajo, atrapando su labio inferior, rasgándolo como si fuera un durazno, su pelvis se friccionó de tal forma que oprimía las caderas del mayor. Sus dedos se oprimían sobre sus manos como si apretara el nudo de una soga. —Haz dicho las palabras mágicas—indicó entre sonrisas triunfantes mientras crecía en ella la ansiedad de sentirse poseída por él de nuevo. Horas más tarde. —Lo primero que debemos hacer es visitar una tienda de juguetes sexuales… allí podremos elegir ciertas cosas que necesitaremos para la doma… así como también, podré conocer un poco más de tus fetiches, parafilias… y saber qué tipo de prácticas permitirás que hagamos… —mencionó al terminar de comer y hacer un ademán para que el mesero trajera la cuenta— Hay un abanico en el mundo BDSM… pero lo que sobresale son sus prácticas Sadomasoquistas y las prácticas vainilla, de las que yo soy más afine… —decía con naturalidad, el mesero llegó con una pequeña charola y ella dejó la tarjeta American Express Black de su esposo—Esto lo invita él —bromeó y al retirarse el mesero, Roxanne se acercó a su mayor delineando con su índice sus labios—tienes… un poco de salsa de tomate, aquí… —susurró acercándose a la comisura de sus labios.
Hiroyuki An Gimió suavemente al notar como sus labios le atrapaban y como sus manos causaban más presión en sus muñecas. Nunca había concoido una mujer igual, durante aquellas semanas de juegos había conocido el lado más erótico de ella, era directa y cuando quería hacer algo, no lo preguntaba, no lo proponía simplemente lo inciaba y eso era algo tan nuevo y refrescante en la vida sexual de él. Ahora sus palabras le proponían dar un paso más, algo que nadie le había propuesto pero que en ese momento le parecía la mejor decisión de su vida. —Llévame al país de las maravillas, Alicia... —sonreía travieso disfrutando de aquellos besos y de el peso de ella sobre sus caderas. Horas más tarde. Disfrutaban de una deliciosa comida en un restaurante de alto estanding, le sorprendía que a veces ella tomase esos riesgos por él, muchas veces por cumplirle sus caprichos. La escuchaba con atención como siempre hacía, como si sus labios le hipnotizasen conforme hablaba. —Perfecto... —había estado en tiendas de juguetes sexuales en otras ocasiones pero nunca con ese proposito, es posiblemetne que nunca se hubiera ni fijado en las secciones con ese tipo de artículos. Bajo el mantel acariciaba las piernas de ella, adornadas por aquellas medias a mitad de muslo que tanto le excitaban y se acercaba obediente cuando ella buscaba rozar sus labios. —¿Me explicará allí cuales son sus prácticas favoritas? Estoy deseando aprender más... —sus manos apretaban los muslos carnosos de ella. Hablar de eso en un lugar público le había encendido un poco y le costaba ceder a sus instintos a veces.

Roxanne Chavanel Mgh… —gimió bajo entre sus labios al sentir como sus largos dedos de pianista recorrían sus piernas como a una pieza musical—¿Por qué ha despertado el león tan tarde? —cuestionó mirándose en el reflejo de sus ojos claros y su mano fue disimuladamente por debajo del mantel, hasta el borde de su cinturón, descendió sus yemas acariciando el pronunciado bulto de su pantalón sastre, la tela se sentía tan caliente y rugosa—Te explicaré cada minúsculo detalle de mi mundo… te haré desnudarme el alma con lentitud—chupó su labio inferior con fuerza, ladeó su rostro ocultando su beso de la mirada de los comensales, mientras que debajo de la manta, con cierta travesura bajaba la cremallera de su pantalón, adentrándose a su bóxer, acariciando el grosor y largo del mismo hasta sentir su carnosa punta sobre sus yemas aun sobre la tela caliente —Una de las cosas que quiero enseñarte a dominar son tus emociones… estemos donde estemos, no puedes dejar que esto desquicie tu cordura—comenzó a friccionar lentamente su falo de arriba hacia abajo hasta ir jalando la tela, sacando su miembro dejándolo expuesto—debes controlar la palpitación de tu corazón, respira profundo, tu meta será resistir sin correrte en mi mano—susurró a su oído para después hundirle la cabeza en su propio cuello comenzando a decirle un poema en francés mientras su mano iba de arriba hacia abajo, apretando en ciertas áreas del largo del falo hasta cubrir con su palma su glande, simulando como si la penetrara—Mgh… estas tan carnoso—chupó el lóbulo de su oreja y miró por el rabillo del ojo a uno que otro hombre curioso, atento a la escena para después disimular prestar atención a sus acompañantes.
Hiroyuki An Agarró aún con más fuerza la piel de ella y gruñía bajo mirandola a los ojos. Le encantaba desquiciarle pero aquella vez quería ir más allá. Tragaba saliva a cada paso que ella daba para adentrarse en su pantalón buscando con toda normalidad su sexo en a quel lugar público. —Quiero saberlo todo... —recibió aquel lametón en sus labios mientras imaginaba como rasgaba la ropa interior de ella y la pentraba allí mismo delante de todo el mundo. Sobre la mesa, cargando todo su peso sobre ella disfrutando de aquella pálida piel que en ese momento solo quería lamer. Pero aquello no estba permitido, los juegos que ambos se proponian tenían ciertas normas y él no debía sobrepasarlas nunca. —No es fácil señora. —La grácil mano de ella tenía experiencia. Sabía como llevarle al límite solo con unos toques. Su mano traviesa se adelantaba queriendo agarrar la cintura de ella para sentirla más cerca pero no era capaz de concentrarse. Sentía un ligero mareo por la excitación. Sentía que si seguían jugando de ese modo se iba a correr en su mano sin poder remediarlo. Podía ver como uno de los comensales que estaba solo en una de las mesas les miraba con una sonrisa traviesa, como si supiera excatamente qué estaba ocurriendo. —S-será mejor que paremos o... —su voz se entrecortaba y cerraba los ojos intentando no escuchar aquellas palabras tan dulces en ese idoma que desconocía, intentando no verla, porque su sola imagen era suficiente como para llevarle al límite.
Roxanne Chavanel Sus propios muslos ardían por las presiones fuertes de sus dedos hundiéndose entre su tersa piel de porcelana. Por un instante sintió una de sus medias ligeramente menos apretada que la segunda pero poco le importaba. Verlo como un cachorro intentando ser un león le fascinaba. —Las caretas de la sociedad, tan llenos de doble moral…—murmuró apretando un poco más su glande y dar un par de tirones haciendo que su brazo se moviera por completo— Mírame… —ordenó tomándole del mentón de inmediato—cada expresión, cada pensamiento, cada movimiento de tu cuerpo… será por completo mío— musitó con cierta autoridad—toda tu sangre está concentrándose entre tus piernas ¿Podrás con el peso? —cuestionó llevando sus dedos un poco más abajo, acariciando sus testículos, estrujándolos, friccionándolos con anhelo —Voy a llevármelos a la boca como a un par de chocolates… quiero sentirlos calientes en mi boca— le dijo en voz baja y al volver el mesero con la tarjeta de su esposo, hizo una venia en agradecimiento. Su mano aún estaba debajo de la manta y eso lo notó el mesero quien tosió un poco, Roxanne sonrió brevemente y disimuladamente subió su bóxer— Debemos irnos ya —se levantó de su sitio colocándose por encima de él cubriéndole del exterior— Quien decide que se detiene o sigue soy yo… así que vayamos a un sitio antes de la tienda de juguetes, quiero comprarme nueva lencería—se quedó allí diez segundos, los suficientes para que arreglara su pantalón y después, siguió su camino.
Hiroyuki An "Mirame". Sus ojos se abrieron instantáneamente, no lo había pensado, su cuerpo símplemente había reaccionado a su orden. Asintió a sus palabras. Él, el que siempre había llevado la dirección de su vida estaba aceptando darse al cien por cien a ella. En un estado mucho más profundo que el amor ya que se trataba de dominación, darse a ella en cuerpo y mente sin límites. Se forzaba a su mismo a mentener los ojos abiertos observando los labios de ella mientras seguía jugueteando con toda su erección y sus testículos. Suspiraba por sus palabras que hacían que su imginación volase pero no respondía, porque si respondía iba a oirlo todo el mundo. No se había percatado de la presencia del camarero por eso le sorprendió aquel parón repentino. Le miró de un modo descarado, molesto, porque había cortado los juegos con la señora y eso no se merecía el perdón de nadie. Escuchaba las palabras duras y a modo de orden que ella le regalaba. —Si señora, no lo volveré a hacer. Mientras se recolocaba como podía su erección dentro de aquel estrecho pantalón comprendió dónde se había metido. Aquello no era un juego, o quizás sí, peor uno de los más peligrosos. Más tarde. Conducía el coche como siempre que ella quería que la llevase a algún sitio, se dirigían a una tienda de ropa interior que él desconocía. Ambos viajaban en silencio pero él no podía evitar mirarla por el retrovisor. Cada vez sentía más curiosidad, había notado que ella le trataba con frialdad por momentos y por otros con toda la dulzura que nadie le había dado nunca. Pero sabía que era una trampa, solo quería que se confiase para poder llevarle después a lo más oscuro.
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