II: "Déʟıcıευх Déʟıяε".
- 21kpoplicious
- Sep 4, 2016
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Se dice que las mujeres son como los caballos, impetuosos, libres, no cualquiera puede domar su espíritu y sólo el alma indicada puede lograr su sumisión. Roxanne bajó la mirada a su celular mirando aquella galería oculta, las fotografías de sus días al lado de su Daneepsul, recordó por un momento el diario que había escrito en la doma, todo volvía como un mar de recuerdos a su cabeza pero ya no era aquella joven de hace cuatro años, su ausencia la había arrastrado a las garras del mundo de Dominick. < sms to Roxanne >
Los negocios se han prolongado, estaré aquí tres días más.
Trataré de hablarte en la noche mi amor, cuídate.
<send> Su mensaje apareció de repente y alzó la vista, encontrándose con los expresivos ojos de su mayor por el retrovisor, pasó un mechón por detrás de su oreja en total serenidad. Hizo un cruce de piernas dejando por unos segundos la imagen de sus bragas de encaje azabache en su mente, se acomodó los pliegues de su vestido bermellón y se quitó la media rasgada aventándosela sobre el volante—Necesito nuevas medias… —musitó fingiendo cierta melancolía—Detén el automóvil—indicó. Se bajó segundos después para sentarse al lado del conductor, se colocó el cinturón y ordenó continuara manejando. A escasos metros del centro comercial en un semáforo amarillo, volteó a verle sonriéndose ladina— ¿Alguna vez has corrido carreras clandestinas?... Dominick es un amante de las carreras, por eso tenemos tantos automóviles deportivos en casa… lo acompañé un par de veces—relataba mientras su pie ascendía hasta lograr posarse sobre su bulto nuevamente, delicadas pinceladas de arriba hacia el lado donde mantenía su erección—Luce tan apetitoso que debería comerlo en este instante… caliente y frondoso… —hizo una pausa y mientras cambiaba de jugueteo a ahora su mano bajando de nuevo aquella bragueta continuó con su relato—Algo que he aprendido de ustedes… es el gusto por la adrenalina, por llegar al límite de la velocidad, sobrepasar las reglas.. les hace sentirse superiores, poderosos, como dioses del Olimpo pero ¿Qué mejor combinación que la incertidumbre y la adrenalina? Ese temor a ser capturado en el último segundo de la carrera…—Quiero que conduzcas por la vía rápida hasta el final de esta… —dijo en tono imperativo bajando el resorte de su bóxer de un solo jalón. Se quitó el cinturón de seguridad y fue a su entrepierna jadeando su nombre sobre su miembro. Delineó con la punta de su nariz su largo, de su glande pasando por la rugosidad de su falo hasta su base, dejando un camino de purpura y escarlata hasta lamer su par testicular—Quiero que sientas el límite de la adrenalina…—dijo debajo de su miembro, tomándolo con su mano, comenzando aquel vaivén en compás de la velocidad que el automóvil manejaba mientras que sus labios succionaban con fuerza sus testículos, llevándolos de lado a lado dentro de sus mejillas, un festín acuoso dentro su boca.
Hiroyuki An
Seguía observándola distraido cuando escuchó el sonido de su telefóno. De modo instintivo arrugó la nariz, no le gustaba que su marido fuese tan insistente a veces, aunque por supuesto él no debía quedarse bajo ningún concepto. Algo le calmaba los celos y era la expresión de indiferencia que ella mostraba cada vez que él la contactaba incluso cuando le llamaba. Escuchó la orden y se hizo a un lado para poder aparcar de un modo seguro. Iba a salir a abrirle la puerta cuando vio que ella misma salía para sentarse a su lado. Era la primera vez que lo hacía, era cercana con él cuando estaban a solas pero si estaban en público le trataba como lo que era, el trabajador de su marido. —He estado presente en algunas, pero nunca he corrido en ningúna señora. —amaba la velocidad pero su vida de buscavidas no le había dado tantos beneficios económicos como para poder conducir un coche como el que estaba en ese momento entre sus manos. Iba a continuar explicándole que en realidad amaba los coches pero no pudo, su espalda se irguió completamente en cuanto sintió sus caricias de nuevo en su paquete. Era joven y impetuoso, cuando algo le excitaba desde lo más profundo no necesitaba más que unos segundos para ponerse como una piedra y dispuesto a todo. Escuchó atentamente su petición, no quería negarse pero aunque hubiese querido ya había comprendido que eso no era una opción. —Sí señora... —condujo a toda velocidad mientras notaba primero sus caricias y después toda la humedad de su lengua. Debía esquivar algunos coches y en más de una ocasión pitaban a su paso. Era hábil y en más de una ocasión fue capaz de evitar algún accidente pero poco a poco le costaba más mantener la concentración. Ya era la segunda vez que le excitaba hasta ese punto y ahora sus testículos casi latían de dolor. —Joder... —se le escapó de los labios al ver que faltaban 200 metros para la salida que debía tomar para llevarla a la tienda. Estaba a punto de explotar y no sabía qué debía hacer.
Roxanne Chavanel El sonido de motor excitaba sus sentidos, su cuerpo se sentía comprimir con el aumento de la velocidad, el sonido de los cambios le hacían desearle más, quizá de una forma más retorcida y peligrosa. Soltó su par testicular al aire llevando sus labios por todo el grosor y largo de su miembro, sintiendo las marcadas y palpitantes venas entre sus labios—Allí tienes lo que me darás de beber antes de dormir… —murmuró mientras ascendía entre los pliegues de su falo hasta el borde de su glande, succionó este con lentitud como si fuera un helado hasta llegar a su orificio, pasando su lengua un par de veces tan sólo para provocarlo —¿Quieres alimentarme? —cuestionó con un dulce timbre de voz, tan sólo para provocarlo. Comenzó a llevarse su glande dentro de su boca un par de veces, de arriba hacia abajo, mojando la mitad de su falo hasta lograr adentrarlo casi por completo, una-dos-tres estocadas profundas y al sacarlo lentamente sus labios quedaron atrapados en su glande, succionándolo con fuerza como a un jugoso durazno. Podía sentirlo vibrante, ardiente, aumentando en grosor por la excitación. Fue al escuchar su expresión que una sonrisa ladina se plasmó en su rostro, sintió un líquido pre-eyaculatorio pintar sus labios y de inmediato se separó, dejó que el líquido escurriera por en medio del gordillo de su labio inferior, sonrió mirándole con una inocencia disfrazada—Aun no puedes correrte…—indicó mirándose por el retrovisor, lamiéndose su néctar —¿Qué colores te gustan en lencería? —cuestionó respirando hondo mirando al frente.
Hiroyuki An Respiró profundamente como nunca lo había hecho, necesitaba calmarse, no escuchar sus palabras, no escuchar que deseaba que llenase toda su boca de su caliente leche porque si lo escuchaba, lo pensaba, lo asumía se podría correr allí en ese instante. —Sí, sí señora... —Asintió obediente pero de un modo frío, no quería dejarse llevar por sus instintos o no la alimentaría esa noche acabaría por alimentarla en ese preciso instante.— Aún no me correré. Su voz volvía sonar dulce, volvía a utilizar su máscara de niña buena para tentarle, para hacer que cayese y después volver a dejarle en lo más profundo. Suspiró aliviado al ver como se apartaba, había conseguido soportar y controlar su excitación pero sabía que no sería la última vez que le pondría a prueba y cada vez era más dificil. Temía que dejase de ser divertido para ella si no lo conseguía y de ese modo le abandonase. La observaba de reojo podía ver como se relamía después de aquella espléndida mamada, disfrutaba de aquello tanto como él pero debía mantenerse impasible ya que su rol era dominar. —Me gusta el rojo... —toda su erección, más inchada que nunca había quedado al aire después de los juegos de ella— también el negro... —Sintió curiosidad por la razón de la pregunta. A caso le dejaría escoger el color cuando llegasen a la tienda? Justo a tiempo tomó la salida para entrar en la calle comercial, ya no podía correr tanto por el tráfico pero aún así intentó ir todo lo rápido que pudo y antes de darse cuenta estaban frente a la tienda.
Roxanne Chavanel —Colores un tanto clichés, clásicos… eres un joven de gustos ¿Clásicos An? —cuestionó tomando su labial carmesí para retocarse los labios, dio un beso al aire y volteó a mirarle sabiendo habían llegado al centro comercial—Las compras serán muy divertidas esta vez… —el automóvil se detuvo y ella esperó a que él abriera la puerta. La quinta avenida, tenía en su haber las tiendas más exquisitas y costosas de todo el mundo, especialmente de la ciudad de la moda, Paris. Victoria ‘s secret estaba allí pero para Roxanne, su gusto era un tanto simple y sobre valorado, por lo que decidió ir a su propia boutique, debido a su inmersión en el mundo del BDSM había creado una línea de lencería y otra más, ropa exclusivamente para relaciones Dominante/ sumisa. Parte de la tienda lucía de cristal, la primera planta exhibía las novedades mientras que la segunda planta, estaba oculta por los vidrios espejo, ocultando todo lo que sucediera en su interior, un toque minimalista y vintage, al mismo tiempo. Al entrar, sus empleados hicieron una reverencia, el manager se aproximó a ella con el rostro desencajado temía sucediera un percance pero ella, saludó con calidez musitando que por unas horas, la planta superior quedaba cerrada al público. Pidió no ser interrumpida y tan sólo atender a sus mensajes de texto. El supervisor quedó perplejo por sus órdenes pero asintió aliviado por una parte. Las mujeres observaban al acompañante de Roxanne, quizá por su porte, su toque exótico o porque algunas le conocían de las flamantes fiestas de la familia Rockefeller. Roxanne apretó el botón del elevador escuchando el fondo musical—Me agrada esa canción —hizo referencia adentrándose al elevador y al cerrarse las puertas volteó a ver su entrepierna, su mano se deslizó por su grosor palpándolo—luce exquisito, apetecible y poderoso… —Me probaré algunos conjuntos de lencería y quiero saber tu opinión de ellos —musitó serena y en un instante sus brazos rodearon su cuello, mirándole detenidamente, pasó sus dedos entre sus cabellos del frente—I’m into you… —tarareo la canción de Ariana Grande y al sonar la campana de que habían llegado, le soltó para avanzar por el piso.
Hiroyuki An Comenzó a prepararse para salir mietras conversaban. —El ngegro y el rojo son los colores que más destacan en una piel pálida y suave, es mi humilde opinión señora. Después de todo, la lencería no dura mucho en los cuerpos. Aunque Hiro se intentase submergir en esos mundos de lujos, conversaciones largas sobre temas culturales y demás cosas ajenas a su realidad, él era un chico sencillo de gustos sencillos. Después de todo era la primera vez que se planteaba algo así. Corrió a abrir la puerta de ella y la siguió siempre un paso por detrás. Cuando estaban en púbico esa era su labor, cuidarla, vigilar su entorno y evitar cualquier problema, cuando estaban en privado todo cambiaba, era él que de estaba a su merced, a sus cuidados y a sus exigencias. En la tienda todos se comportaron o intentaron comportarse con indiferencia pero él había aprendido a descifrar las miradas, algunas eran de envidia, otras de curiosidad y otra sin duda con malicia. Los rumores no tardarían en extenderse, sentía que su estancia con ella si todo se desvelaba tendría una caducidad así que se propuso disfrutarla al máximo. En el ascensor se sintió más trnaquilo, seguía comportandose de un modo obediente pero ahora solo debia controlar sus acciones conforme a ella. —Es una canción preciosa señora... —a él también le agradaba aquella melodía— Le daré mi más sincera opinión. Respiraba agitado notando como comenzaba de nuevo sus juegos, no lo había pensado pero aquella erección ya le había durado por más de una hora.
Roxanne Chavanel Un aroma a frutas y flores ambientaba el segundo piso. Los tonos eran entre Perla, Turquesa, algunas secciones en Fucsia, Dorado y una última en Azabache. Cada sección con un significado distinto. Tomó su mano atravesando líneas de prendas hasta llegar a un extremo en sección Fuscia. Miró detenidamente algunas prendas, tomó un par de ellas y musitó—Para algunos son simplemente telas que adornan el cuerpo de una mujer para después arrancarse o desaparecer pero… si las miras con atención, son accesorios de placer, sus texturas pueden ser suaves o rasposas, causando una sensación distinta sobre el acto sexual—afirmaba colocando una braga en tono pastel sobre su dorso, la tela era de algodón—Cierra los ojos—ordenó—la tela se sentía suave al tacto pero ahora… —colocó una tela de encaje sobre sus labios y la hizo frotar lentamente entre dos de sus dedos como si fuera su intimidad—está por el contrario es rugosa, dura pero… se siente de un modo especial al tacto indicado ¿Lo has notado? —cuestionó tomando sus manos, las colocó por encima de sus senos—abre los ojos… ahora quiero que me desnudes… me probaré todas las prendas que llamen tu atención.
Hiroyuki An Tomó la mano de ella en cuanto entendió que esa era su intención. Observaba todo cuando a su alrededor, jamás había estado en una tienda de ropa interior y mucho menos en una con tanto lujo. Imaginaba que algunas de aquellas prendas, mcuhas decoradas con lo que amaginaba eran diamantes valían más que su propia vida. Cerró los ojos experimentando los diferentes tactos tal y como ella los describía. REalmente eran muy distintos. —Es cierto señora, son muy distintos. En cuanto notó los pechos de ella que se ajustaban a la perfección a sus manos abrió los ojos tal y como ella le pedía. Jugueteó un poco más son sus suaves senos antes de comenzar a desnudarlos, sentía una extraña atracción por ellos, algo ligeramente infantil pero sin duda más pervertido. Le gustaba verlos, tocarlos, lamerlos y si se lo permitía usarlos como un juguete más durante la masturbación. Pero en ese momento debía controlar de nuevo sus instintos. Desnudó la parte superior de su cuerpo despacio, sus manos rozaban su piel de un modo tranquilo, casi casual pero él lo disfrutaba a cada centímetro. desabrochó la falda de ella y se entretuvo desnudando la parte interior. Se arrodillo frente a ella y bajó con cuidado la única media que le quedaba puesta, se tomó la licencía de besar uno de sus muslos por la cara interna de un modo suave antes de bajar su prenda de encaje y dejarla totalmente desnuda frente a él. Se incorporó intentando no msotrar sus nervios, pero le podía su ímpetu. —Con su permiso... —se alejó de ella, muy a desgana y se acercó a la zona con las prendas. Señaló una de color púrpura con un encaje negro. Le había llamado la atención porque la espalda estaba realizada con cintas metalicas doradas, aunque muy posiblemente serían de oro macizo.
Roxanne Chavanel Al tentar sus senos, sus manos fueron por encima de las suyas, haciéndole estrujarlos entre sí para después soltarlos lentamente, apretarlos suavemente y entonces, bajar la tela que los cubría, tanto la blusa como el sostén, sus pezones como un par de gomitas suaves y firmes esperaban por sus labios pero no, aun no era el momento para algo así, tan sólo, le hizo delinear su pequeña circunferencia, un tono coral que ya antes había visto pero que ahora tan sólo era para apreciarse, como a una escultura griega. Al tenerlo debajo suyo, sintió anhelo por sentir sus labios otorgándole un beso ruso pero tan sólo pasó sus dedos entre sus cabellos con ternura— Quizás pronto deba irme de viaje a Europa… debo revisar las nuevas telas para mi colección del siguiente año, los diseñadores trabajamos por años de antelación… Quiero llevarte conmigo, mi seguridad es primordial ¿cierto? —se cuestionó a sí misma ante lo obvio. Al alejarse, caminó en dirección opuesta a él, tomando así algunas prendas de encaje, otras de seda, unas más cómodas de algodón y nylon. Tonalidades desde turquesa, fucsia, dorado, blanco, amarillo hasta verde limón, tonos frescos para el verano y otros más recatados para eventos sociales. Tenía las manos llenas y al encontrarse con él sonrió dejando todas las prendas sobre una de las sillas blancas en estilo victoriano. —Ah, una elección interesante… —tomó las prendas dejándola sobre la silla. Con cierta agilidad comenzó a desnudarle, quitándole desde la camisa hasta el pantalón sastre, dejándole en calcetines sin sus mocasines—Ahora ya me siento… en confianza —jugueteó y descendió hasta su miembro erecto, estaba hinchado, rojizo, palpitante como si pidiera clemencia—¿Sabes por qué está así? —cuestionó alzando la vista a él aun entre sus piernas. Lo tomó y delineó sus labios con su punta musitando—porque la desobediencia tiene consecuencias… —dejó un delicado beso en su glande y levantó. Quitó el gancho de las prendas y entregó a él —colócamelas…
Hiroyuki An La observaba desde su distancia, mientras escogía algunas prendas. Caminaba con toda naturalidad frente a él, no tenía pudor ni sabiá lo que era. Más bien se sentía más cómoda, más poderosa cuando estaba desnuda frente a él. Por que sin duda ella sabía lo causaba en su cuerpo y en su mente. Sus pupilas se dilataron el escuchar que se marcharía, significaba eso que debía separarse de ella? Suspiró aliviado aunque intentó que no fuese perfecptible apra ella cuando escuchó que él la acompañría. —Por supuesto señora, debo protegerla, más en un viaje tan largo. La miraba con seriedad mientras le desnudaba, todavía no había conseguido desconectar lo suficiente como para que su erección bajase y por eso seguía tan o más duro que antes y sabía que ella lo aprovecharía. En cuanto notó sus labios de nuevo en su sexo notó un largo escalofrío desde lo más bajo de su espalda a su nuca. —No volverá a ocurrir. Prometo ser obediente. Cogió la prenda que esatba enla parte superior del montón que era lo que él había escogidó y con delicadeza la estudió para saber como debía colocarla se arrodillo y la ayudó a pasar las piernas por las cintas y la subió con cuidado, sabía que si la desgaraba o estropeaba su vida peligraba. —Le queda preciosa... —sus manos ágiles colocaron la prenda rápido y ahora anudaba las cintas de oro que caían por su espalda tersa y fina.
Roxanne Chavanel Trató de quedarse quieta por el lapso en que él trataba de colocarle la prenda pero en instantes ladeaba la cadera a un lado o al otro, meneaba la cintura en otro momento tratando de descontrolarlo. Al final, dejó que sus habiles manos hicieran su trabajo. Tomó su mano al tenerlo de frente suyo haciendole hundir su dedo indice entre sus labios mayores, le hizo friccionarlo de frente atrás sintiendo su yema tocar su clitoris, estaba excitada, húmeda, se sentía del mismo modo que lo hacía la entrepierna suya. —La tela ¿Cómo se siente al tacto? —cuestionó e hizo la indicación de que se arrodillara a ella—Intentalo ahora con los labios y dime ¿Cómo se siente la tela?
Hiroyuki An Consiguió como pudo colocar la tela ya que las nalgas de ella se rozaban de un modo "casual" contra la extensión de su erección. —Es suave... —respiraba agitado pasando su dedo suavemente por el sexo de ella, sentía como la humedad le envolvía y sabía que en un gesto rápido podía penetrarla con su dedo, pero aún no, como ella decía, debía ser paciente. Se arrodillo y la observó obediente desde aquella posición. —Sí señora... —se acercó despacio y comenzó a besar y lamer su sexo aún cubierto por la suave tela— Realmente es muy suave... pero usted lo es más... Se atrevió a lanzarle un ligero piropo mientras hundía aún más su boca contra el sexo de ella, ligeraente desesperado notaba como su nariz rozaba el clitoris de ella. Roxanne Chavanel La combinación de la seda y encaje en sus bordes, hacían de la prenda una confusión en quien tan sólo acariciaba la superficie. Por lo que, al descender y comenzar a deslizar sus labios y lengua con lentitud podía apreciar un poco más la diferencia. La tela de seda tan suave se volvía incomoda entre los labios porque terminaba como una capa protectora sobre la humeda intimidad. Rozanne sonrió con cierta malicia al sentir como en su desesperación intensificaba la manera de hundirse contra sus labios.
Ante sus bellas palabras, acarició su oreja en respuesta, sus caderas comenzaron a moverse lentamente, de derecha a izquierda, de frente a atrás, dentro-fuera, una danza caotica que comenzaba a hacer estragos, dejando escapar varios gemidos agudos que se difuminaban con la musica en aquel piso. Con cierta trampa, movió la tela a un costado quedando adherida a sólo uno de sus labios, sintiendo la calidez de su aliento y el aire de la atmosfera tomarle—Mgh—quería dejarse caer sobre el frío suelo ya que su cuerpo ardía pero tan sólo llevó una pierna por encima de su hombro empujandose una y otra vez, sintiendo la punta de su nariz penetrar su clitoris—Un poco más... ah-ah-mgh quiero sentir tus besos una vez más An...
Hiroyuki An
Seguía arrodillado entre sus piernas acariciando sus muslos con la excusa de un apoyo mientras lamía y degustaba su sexo. Le encantaba el sabor, una mezcla de dulce y salado a la que había mucho tiempo se había acostumbrado y que ahora solo desea volver a poder degustar una y mil veces más. Una sonrisa traviesa se escapó al notar como se apartaba la tela y podía degustar por fin su piel desnuda. Atrapó uno de sus labios mayores entre sus lbios y lo succionó notando como se inchaba ligeramente. Movió la tela con su nariz dejando todo su sexo al aire y lo atacó con desesperación, lamiendo, succionado y rozandolo con toda la piel de sus labios, por último atrapó el clitoris de ella entre sus labios. La conocía a la perfección, sabía como se erguía y se inchaba cuando se excitaba y ese momento no era una excepción.
Roxanne Chavanel —¡Ah!—exclamó al instante que sintió como el filo de una navaja su blanca dentadura. Se impulsó de frente atrás sintiendo como el calor humedecía su cuerpo de apoco, se agitó su melena en todas direcciones y estiró sus brazos al techo como si quisiera tocar las estrellas. Un liquido caliente descendía por entre sus piernas, bañando los labios de su mayor. —Mgh tus labios son tan traviosos y carnosos...—susurró tomandole del hombro, alzando su mano para que esta ascendiera por su vientre hasta el borde de su seno, le hizo acariciarle, rasgarle el borde dejando sus uñas como rasguños gatunos sobre su porcelanica piel. Segundos más tarde, le detuvo al jalarle de los cabellos sacando su cabeza de entre sus piernas—¡Espera! —exclamó agitada y retrocedió un par de pasos hasta la silla, tomando un conjunto de color turquesa, sólo tomó las bragas y se acercó a él levantandole del suelo. Ahora ella tomó su sitio, colocandole las bragas de encaje hasta subirlas a su cadera, le quedaban como si fuera una tanga, tan sólo cubriendo parte de su erecto falo. Le tomó de la mano colocandolo sobre un sillón y creó un camino de besos desde sus pantorrillas ascendiendo por el largo de una de sus piernas, hasta llegar a su entrepierna, succionandole con fuerza creando un moretón—Como bien dicen... es una prenda que tarda más en ponerse que quitarse pero... me gusta disfrutarla también... —susurró humedeciendose la boca para comenzar a mojar la tela entre succiones por el grosor de su miembro, sintiendo los relieves de la tela en su lengua—An... me encantas...
Hiroyuki An Seguía lamiendo desesperado por saborear más, por oir aún más algo sus gmeidos. Poco a poco se hacía más posesivo y caprichoso en cuanto a ella. Subió por su piel tal y como ella le ordenaba con sus acciones, besaba y lamía su vientre, aquella piel tan blanca y tersa le daban ganas de engancharse y succionar hasta marcarla pero sabía que eso no estaba permtido. El marido de ella podría matarles a los dos. Se quedó quieto cuando ella se lo pidió y la miró con curiosidad, pronto comprendió que quería vestirle a él con la lencería. Por supuesto no se negó más bien le facilitó hacerlo. La imagen era un poco extraña, su erección estaba tan dura y erecta que la tela a penas la tapaba. —Le gusta verme con lencería? —suspiraba pesado ante las atenciones de sus labios. Su dominante había comenzado con sus juegos, juegos a los que él no había tenido acceso jamás pero en aquel estado de semienamoramiento sentía que podía hacerlo todo por ella, algo como un síndrome de estocolmo eterno.
Roxanne Chavanel —Demasiado...—respondió separándose para apreciarlo. Le parecía una pintura viviente, allí en medio de texturas y colores, un apuesto y varonil ser tendido en un sillón blanco con bordes dorados de estilo victoriano. Su piel, radiante como la luna, sus dedos un tanto huesudos, las venas salteadas de sus brazos, los marcados abdominales, su dulce rostro embustero, su melena caramelo de manera fresca, juguetona tratando de ocultar su sensual mirada y como cereza del pastel, su miembro grueso y erecto decorado por unas bragas de encaje turquesa. Roxanne suspiró,acercó de nuevo sentándose entre sus piernas. delineó su quijada y acortó la distancia entre sus rostro con un tibio roce de sus labios, tomó sus manos entre caricias colocándolas sobre su sostén purpura, la otra mano rodeando su estrecha cintura. Lo disfrutaba, se sentía libre en su pequeño mundo.
Hiroyuki An Sonrió satisfecho al oirle. Era la primera vez aue se ponía lencería femenina y sentía una ligera vegüenza por verse de ese modo pero la excitación y la emoción por satisfacerla a ella era muy superior. Sus manos corrieron a acariciar sus muslos en cuanto ella se sentó encima de él. Su dominante era dura con él cuando le desobedecía pero por lo general le permitía ser relativamente cariñoso. Por eso, de tanto en tanto se atrevía a dejarse llevar, después de todo, fuese su dominante o no, Roxanne era la mujer más bella que había visto en toda su vida y su cuerpo reaccionaba por instinto, deseoso de sentir más de pdoer recorrer cada centímetro de su cuerpo tantas y tantas veces que solo con los ojos cerrados podía recordarlo entero. Adoraba su voces autoritarias pero también dsifrutaba cuando ella guiaba sus acciones de un modo físico. El tomaba aquellos pequeños detalles como un permiso para avanzar. Ahora sus manos recorrían la suave tela del sosten, que enmarcaba los pechos de ella a la perfección. Eran perfectos, grandes, tersos y suaves, no necesitaban ningún sujetador para mantenerse ergidos pero sin duda aquella prenda los convertía en una obra de arte. Sonreía travieso pasando su nariz por la suave piel de su escote y con un dedo, con todo el cuidado del mundo, retiró la tela lo suficiente como apra que sus pezón quedase al aire. Lo comenzó a lamer primero suaveemnte hasta sentir como crecía y se endureccía entre sus dientes pero poco a poco su propio caracter impetuoso hizo que lo succionase con ansiedad como si quisiera sacar de ellos una esencia dulce que nunca acababa de llegar.
Roxanne Chavanel Dejó caer su cabeza por detrás de sus hombros mientras sentía sus manos tibias rrecorrer por encima de su sostén. Dejó escapar jadeos al sentir como sus senos eran liberados, volvió la vista a él mirando fijamente la lujuria en sus ojos, la misma mirada que había visto en aquellos ojos turquesa pero, que por el contrario no aborrecía y deseaba le mirara en esa y mil formas más. Sus dedos acariciaron sus labios entre abiertos hundiendo su dedo indice entre sus labios como si lo penetrara—Tus labios son perfectos... —una, dos, tres, cuatro, cinco veces hundió su dedo entre sus labios cerezas mientras sus caderas se meneban sobre su pelvis, sintiendo el choque de las telas de encaje, su duro y grueso falo apretado deseando explotarse en su interior—¿Puedes sentir la tortura de la ansiedad? ¿El corazón galopando a prisa queriendo huir de aquí? ¿Puedes sentir... la necesidad de mi alma por fundirme en tu sexo? —cuestionó entrecortada, dejando caer sus parpados, sus labios dejaban escapar pequeños gemidos y aquel liquido viscoso, transparente, caliente manchaba ambas telas, tomó titubeante uno de sus brazos, haciendole rodear su cintura, pidiendo la estrujara, inclinandose así al frente, jadeando ahora sobre sus labios, mientras su espalda se arqueaba y sus caderas se meneaban con soltura mirando su reflejo sobre sus ojos, ya no era ni la sombra de lo que algún día inició. Una de sus manos fue a su cabeza haciendole hundir su rostro entre sus senos, le hizo sentirlos sobre sus mejillas. Con cierta malicia, su pezón delineó su perfil, la forma corazón de sus labios—¿El gatito quiere jugar? —musitó en un dulce tono de voz, haciendole la indicación de que sacara la lengua y así lamiera de nuevo su pezón—hazlo lentamente hasta que quede en tu memoria la forma de mi pezón en tu memoria... para que no puedas sacarme de allí ni en tus sueños...
Hiroyuki An Iba a atrapar su pezón con ansia cuando notó su pequeño dedo rozar sus labios. La miró desde abajo, en aquella posición donde ella podía controlarle como quisiera y se limitó a abrir un poco más los labios para recibir aquel dedo. No se limitó a quedarse estático, sus dientes rozaban su dedo, sus labios lo succionaban ligeramente conforme salía y entraba y su lengua lo empapaba poco a poco con su saliva. Cuando ella comenzó a cuestionarle sonrió levemente, las palabras no alcanzarían a demostrarle lo mucho que comprendía y sentía lo que ambos estaban experimentando. Por eso, símplemente cogió la mano de ella y la llevó sobre su pecho, el corazón le latía a mil por hora y la excitación no era la única razón para ello. Besó el dorso de su mano antes de volver a enredarse en aquellos abrazos que a veces no permitían saber donde acababa el cuerpo de uno y empezaba el del otro. Cuando hundió su cabeza entre sus pechos inhaló su aroma, el sudor el perfume y su esencia natural se mezclaban llevandole a la locura. —Miau... —esa fue su breve respuesta acompañada de una sonrisa antes de obedecer. Lamía despacio observando cada contorno y los cambios de color que se formaban en sus pechos. Ella quería que los memorizase peor eso hacía mucho que ya había ocurrido. Esos recuerdos que vivía en el cuerpo de ella era loq ue más le atormentaba cuando se debían separar.
Roxanne Chavanel Sus dedos se movian en pequeños circulos alrededor de su pectoral y pudo percibir el palpitar acelerado de su corazón, alzó su vista encontrandose con la ajena, era como si un poema fuera escrito sobre sus yemas. Rasgó su pecho y su mano temblorosa por la excitación fue desviandose a su nuca. Aquel dulce tono de voz derritió su interior, por un instante deseo mimarlo de la forma más infantil y juguetona posible pero entonces, escuchó el sonido de unas zapatillas. De inmediato se levantó de entre sus piernas y trató de ocultarle entre los cojines de terciopelo blancos, colocó como pudo el conjunto de telas y con un tono molesto de voz cuestionó quien la interrimpía. Una empleada nueva, se asomó con cierto temor, su tonó de voz era apenas audible, traía consigo un telefono—S-su padre... —al escucharle un aire helado erizó su piel, apretó los puños cuestionandose que sucedería. Tomó la llamada deseando no hacerlo, de pronto todo se convirtió en monosílabos, desviaba su vista al rascacielos de Nueva York, la tarde caía. Bajó su vista a su reloj y exhaló. Acabó la llamada asintiendo—Sí... estaré allí para cenar padre... nos vemos pronto.—dijo apenas y al colgar volteó hacia la empleada, le entregó el telefono y exigió saliera de allí. Al ya no escuchar el sonido torpe de sus tacones, musitó—Quiere verme en la cena... tiene tiempo que no voy sola a verlos, casi siempre es con Dominick pero si quiere verme sin él... es porque algo trama, lo sé —pensó en voz alta y comenzó a quitar los cojines que le ocultaban—mejor escondite ni en la guerra de Vietman...—bromeó con él despeinandole entre sus cabellos, respiró el aroma a fresco de su cabellera, beso su cabeza y fue descendiendo sus labios por su frente, la punta de su nariz, acoplandose entre sus labios, chupandolos, jalandolos y estrujandolos contra los suyos mientras sus manos delineaban sus marcados brazos, seguían hacia las orillas de su espalda, hasta su cintura baja, acarició el relieve de las telas de encaje para después enredarlas entre sus dedos dando un tirón autoritario, liberando su miembro al instante. Bajó su vista a él notando como su glande estaba rojizo, hinchado, parecía punzar. Se colocó entre sus piernas, acarició sus rodillas con lentitud y suavidad mientras sus labios cerrados se presionaban contra su orificio, trataba de estar sellada para otorgarle más placer, se empujó con fuerza contra su miembro aprentado sus labios, su interior húmedo y caliente, le daba la bienvenida con su lengua, delicados rasguños con el filo de sus dientes entre sus marcadas venas. De pronto, la habitación se transformó en una orquesta de acuosos sonidos de menor a mayor intensidad mientras sus manos apretaban el interior de sus muslos dejando sus dedos marcados—Mgh...
Hiroyuki An
Alargaba el cuello buscando un beso profundo con ella cuando vio que repentinamente se levantaba. Se preguntó por un segundo si había cometido un error pero pronto vio que le tapaba con los cojines blancos. Se quedó quieto estático, aunque no lo admitiría nunca sintió incluso miedo de que fuese su marido. Suspiró aliviado cuando escuchó una voz femenina pero no se movió ni un centímetro. Escuchaba la llamada con detenimiento, no era capaz de saber qué es loq ue le decía hasta que escuchó que tenía un compromiso a la hora de cenar. La escuchó mientras quitaba los cojines y sonrió como un pequeño cachorro cuando los apartó todos. —Solo se me ocurre un lugar mejor... mi reina —reía travieso observando entre sus muslos. Recibió auqelos besos y caricias entre sonrisas de felicidadad, sus manos viajaban por la piel de su espalda y sus nalgas mientras que sus labios se entretenían con los de ella como en una guerra en la que nignuno iba a ganar. Gruñó excitado al notar el tirón en la ropa inteiror y abrió más las piernas, casi elevando las rodillas ofreciéndose a ella por completo. Cuando comenzó a lamer y succionar su intimidad elevó los brazos al aire entre gemidos, sentía como se desesperaba de nuevo, como los juegos de ella seguían torturándole con su placer infinito. Adoraba sentir como las suaves manos de ella que parecían tan tiernas y suaves podían en realiad agarrar su cuerpo del modo más posesivo que nadie había ejercido en él.
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